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Siempre dedico una parte de la sesión a leer delante de z su diario, y comentar como ha llevado sus rutinas esa semana.

Ahora la parte de la lectura la lleva estupendamente. Sabe que no le va a caer ningún castigo por poner en palabras sus pensamientos, sentimientos o impresiones sobre la sesión anterior. Al principio si que le agobiaba que no pudiera arrancar una hoja de la moleskine sin que yo me enterase, y una de las cosas que pidió cambiar fue su diario por un cuaderno de espiral. Obvio que no le iba a permitir ese cambio.

Al día de hoy he llegado a diferenciar por su letra y la presión de sus trazos, cuando escribe una simple reflexión, con calma y usualmente a mitad de semana, a cuando suelta sentimientos escritos a toda velocidad el mismo día o el siguiente a una sesión. O su trazo extemadamente pulcro cuando algo no es como él desearía.

Hay veces que me doy cuenta,  de que lo que más le ha calado es un  simple gesto o un hecho que es automático en mí, y sin embargo no se ha quejado por esos 5m extra de tortura.

El castigo que no quiere volver a repetir... Bien, hoy aún divergimos en esa opinión. por el simple hecho de que no fué un castigo, y si una obligación.


La parte divertida son los recuentos de sus rutinas. Ahí si que le llueven pinzas cuando considero que no se ha esmerado adecuadamente.