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Admito que no me gusta lo facil, lo predecible, lo que se  obtiene de manera cuasi automática por predisposición pevia.

No encuentro ni sal ni pimienta en eso, sólo un sumiso gris anodino y sin personalidad propia. Uno más del gran montón que no logra transmitirme nada.

Entre más tiempo pasa, más exigente me voy volviendo.

Me encanta ganarme mi lugar, tener de frente un sumiso con ganas de ser sometido, pero con alma de león, que se me plante (alguna vez, no siempre...).

Un sumiso con la piel suficientemente dura para gozar de un buen látigo, que me haga afilar mis uñas, y brinde la oportunidad de dejar salir a la superficie todo mi potencial como Dominante y sádica, sin que se me arrugue en el proceso, ni me salga corriendo con el rabo entre las piernas.

Convertir al león en mi gatito particular, sin problemas de que pegue algún rugido en medio de la selva, si le rozan la melena sin permiso alguna zorra con el disfraz de leona.

Eso no significa que mi león, no esté ni bien educado ni domesticado.

Todo lo contrario, eso significa que mi león particular, tiene bien claro a quien pertenece, quien tiene la libertad de rozarlo, de torturarlo, usarlo, abusarlo, cabalgarlo, cepillarle el lomo mientras le susurro en griego, torturarlo un poco más hasta hacerlo suplicar, y quien solo tiene la opción de admirarlo de lejos.


Que cada quien caze en su selva, que en mi reserva particular, si ajenos intentan mojar sus botas o sus tacones para cazar en mi terreno, primero hacen un ridículo supino, luego pueden llevarse un rugido leonido, y de colofón ya desenrrollo yo mi látigo y hago espacio.

Con lo bello que es domesticar tu propia mascota, que patético buscar entre las mascotas ajenas ya domesticadas